El sábado 17 de febrero, participamos en la celebración de los 30 años del SICNIE en Ecuador, cuyas siglas significan: Servidores de la Iglesia Católica de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador. Una peregrinación evangelizadora a través de los servidores y catequistas indígenas de las distintas regiones del país, Sierra, Costa y Oriente o Amazonia, su empeño en hacer presente una Iglesia misionera centrada en Cristo, desde la riqueza de las distintas culturas y espiritualidades de los pueblos ancestrales, formando una Iglesia abierta y en salida con rostro indígena, con sus distintas lenguas y culturas, donde las semillas del Verbo han crecido y el Espíritu de Dios Padre se ha revelado en su sabiduría a través de los pobres y sencillos de corazón.
30 años de sementera divina en el pueblo indígena, en que la Iglesia del Ecuador acompañó con los profetas, como Mons. Leónidas Proaño, despertando en el pueblo indio los valores de su identidad y su dignidad, enseñándoles el amor de un Dios Padre creador de la tierra “Pachamama”, parte esencial de su cultura, a la que el indio ama y cuida como a su vida, el mayor don de la vida humana, anunciando el Reino de Dios que Jesús nos ha dejado escrito en su evangelio, el valor de la organización y de la comunidad que ellos tanto valoran.
Como nos recuerda Aparecida en el numeral 56: La riqueza y diversidad cultural son evidentes en América Latina. “Ellas exigen reconocimiento y ofrecen valores que constituyen una respuesta a los antivalores de la cultura que se impone en la comunicación de masas” (nº57). Estas culturas coexisten en condiciones desiguales con la llamada cultura globalizada.
Iluminados por Aparecida, podemos ver la necesidad de construir una Iglesia indígena desde la nueva evangelización de Jesucristo, no es hacer otra Iglesia, sino reivindicar el sentido de una Iglesia Universal que tiene diversidad y riqueza cultural espiritual. Una sola Iglesia con la misma Misión: ser discípulos misioneros de Jesús, que llevemos como sus testigos, la luz del evangelio a los que no la conocen.
La autoridad del servidor indígena en la comunidad es un referente moral para el pueblo, debe no solo enseñar, sino vivir lo que enseña, la fidelidad basada en la fe y en la gratuidad del servicio, viviendo sus mandamientos: “Ama killa, ama llulla, ama shwa”, es decir, no ser ocioso, no mentir, no robar, para tener armonía, la sinceridad y honestidad debe ser la luz que, como antorcha, alumbra a los de la casa para que, viendo sus buenas obras, glorifiquen a Dios que está en el cielo.
Hoy queremos felicitar a tantos hombres y mujeres por su entrega generosa en la lucha hecha vida, entretejiendo lágrimas y risas en el camino de esta historia. Con la Virgen María, primera servidora y fiel discípula de su Hijo, que bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe, se presentó ante Juan Diego, catequista indígena, para darse a conocer Madre de Cristo por quien toda criatura vive. Como madre acompaña a sus hijos peregrinos, caminando en la construcción del Reino.
En esta fiesta se sintió esa fraternidad y alegría del encuentro de los hermanos venidos desde los cuatro puntos cardinales de nuestro Ecuador. El encuentro de culturas, el encuentro de distintas lenguas, pero una misma fe, una misma esperanza, una misma fe, la unidad en la diversidad, por ello damos gracias a Dios y le pedimos que el compromiso del SICNIE siga adelante, siendo luz para todas las culturas y pueblos indígenas. Como signo de ese camino que no se detiene, ésta la vara de los pueblos originarios que irá recorriendo las distintas jurisdicciones durante este año, a través del cual Dios seguirá derramando su bendición para nuestros pueblos indígenas.