SACERDOTES ADMINISTRADORES DE LA MISERICORDIA SEMBRADORES DE ESPERANZA
Aunque se llama la misa crismal por la consagración de los santos oleos, también de manera preeminente debe ser expresión de la comunión de los sacerdotes con su Obispo y con el pueblo, por ello quisiera en esta homilía dirigirme preferentemente a los sacerdotes.
En este año de la misericordia, en sintonía con el corazón de Cristo, nos reunimos para celebrar esta misa crismal, como se reunió Jesucristo con sus discípulos, el día festivo de la pascua judía e inaugurar una nueva pascua. Nosotros Obispo y sacerdotes, queremos recordar con el pueblo que se nos ha encomendado, el regalo del sacerdocio que Jesús concedió a su Iglesia y recordar el día en que hicimos nuestra promesa sacerdotal ante la iglesia y el Obispo que nos confirió este sacramento de la ordenación sacerdotal.
Cada uno de los sacerdotes debemos descubrir que somos servidores de este pueblo que se nos ha confiado y administradores de los regalos más grandes que Cristo dejó a sus discípulos, el perdón de Dios, alegría del corazón y la eucaristía, pan de vida como alimento, dos sacramentos que solo los puede dar el sacerdote de parte de Dios.
El Papa enviaba a los sacerdotes misioneros de la misericordia, e invitaba que se organizaran en las diócesis, misiones para el pueblo favoreciendo el sacramento de la reconciliación, ayer lo hacíamos con la caminata penitencial. Decía el Papa: Sean los sacerdotes pastores solícitos en invitar a acercarse al trono de la gracia para obtener misericordia y alcanzar la gracia”. Queridos sacerdotes debemos pensar en lo valioso del tiempo que damos a este servicio y como lo practicamos, es el mejor servicio de gracia para nuestro pueblo. El sacerdote está llamado a llevar la paz interior en la confesión, “no olvidemos que ser confesores significa participar de la misma misión de Jesús que perdona y salva. Debemos dar en este año jubilar más tiempo a este servicio, nosotros no somos dueños de este sacramento sino fieles servidores del perdón de Dios que tanto todos necesitamos.
En este día, es tiempo de vivir la alegría del presbiterio y fortalecerlo en comunión con el Obispo y con el pueblo, realidad que a veces no se hace fácil, cuando ponemos nuestros intereses particulares por encima de los comunitarios. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan los ríos frescos de gracia, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, del desprendimiento de las riquezas y vanidades, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.
Esta semana Dios nos concedió la alegría de un nuevo sacerdote para nuestro presbiterio, que aun sus manos huelen al perfume, a ese oleo sagrado con el que le ungimos, por él y por ustedes hermanos sacerdotes, queremos agradecer a Dios vuestro ministerio de amor a nuestra Iglesia misionera. El Papa Francisco recordó a los sacerdotes que “el Señor nos ha ungido en Cristo con óleo de alegría” y destacó que esta alegría tiene tres rasgos significativos, pues “es una alegría que nos unge (no que nos unta y nos vuelve untuosos, suntuosos y presuntuosos), es una alegría incorruptible y es una alegría misionera que irradia y atrae a todos”. La Misa crismal nos habla del crisma, de ser ungidos. Y todos los bautizados debemos recordar que fuimos ungidos como Cristo Sacerdote, profeta y rey.
El Señor nos ha ungido en Cristo con óleo de alegría y esta unción nos invita a recibir y hacernos cargo de este gran regalo: la alegría, el gozo sacerdotal. La alegría del sacerdote es un bien precioso no sólo para él sino también para todo el pueblo fiel de Dios: ese pueblo fiel del cual es llamado el sacerdote para ser ungido y al que es enviado para ungir. Sacados del pueblo para servir al pueblo.
Hoy escuchamos al profeta y a Jesús donde se cumple la profecía ” El Señor Me ha ungido y me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres a los que sufren. Ungidos para ser enviados”
Tenemos un Proyecto pastoral, “Las Santas Misiones Populares” en nuestra Iglesia, cauce que nos facilita a todos a sentirnos enviados para cumplir la misión de ser ungidos ¿cómo lo vivimos en nuestras parroquias? Queremos agradecer a las parroquias que se esfuerzan en vivir este espíritu de las SMP e invitar a los párrocos a que sean los primeros en motivar en sus parroquias esta dimensión misionera. Solo viviéndolo nos daremos cuenta de los frutos que ello trae. María la primera misionera que no enseña a evangelizar con alegría en su visita a Sta. Isabel desde su pequeñez alaba a Dios por ello.
Decía el Papa en la EG.” Me gusta pensar la alegría contemplando a Nuestra Señora: María, la “madre del Evangelio viviente, es manantial de alegría para los pequeños. Evangelii gaudium, 288), y creo que no exageramos si decimos que el sacerdote es una persona muy pequeña: la inconmensurable grandeza del don que nos es dado para el ministerio nos relega entre los más pequeños de los hombres.
El sacerdote es el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriquece con su pobreza, el más inútil siervo si Jesús no lo llama amigo, el más necio de los hombres si Jesús no lo instruye pacientemente como a Pedro, el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortalece en medio del rebaño. ”La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido. Si no sentimos el intenso deseo de comunicar este amor, necesitamos detenernos en la oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos para que nos sacuda nuestra vida tibia y superficial.” GE.264
Nadie más pequeño que un sacerdote dejado a sus propias fuerzas; por eso nuestra oración protectora contra toda insidia del Maligno es la oración de nuestra Madre: soy sacerdote porque Él miró con bondad mi pequeñez (cf. Lc 1,48). Y desde esa pequeñez asumimos nuestra alegría. ¡Alegría en nuestra pequeñez!
Queridos consagrados y laicos de nuestra Iglesia , debemos mirar por la vida plena de estos hermano sacerdotes, oren por sus sacerdotes, evítenles tropiezos en el camino, sean como la voz de alarma cuando vean que nos desviamos del camino recto o no somos fieles a nuestros compromisos. Somos humanos y por ello nos podemos equivocar, pero el ser humano, no justifica no cumplir con nuestros compromisos sacerdotales. Si nos alejamos de Dios en la oración, nuestro corazón se enfría y se seca en su ardor apostólico, ¿Cómo vamos a dar lo que no tenemos? Y ¿cómo vamos a tener tiempo para Dios si nos llenamos de compromisos humanos y olvidamos los compromisos divinos? corremos el riesgo de perder el tiempo, debilitarnos y no dejar espacio para Dios y los hermanos.
Hoy queremos agradecer el espíritu fraterno y la comunión sacerdotal de nuestro presbiterio. Pero también decir que es peligroso el hermano sacerdote que se aislara y no se esforzara en vivir el espíritu fraterno, la integración y el espíritu comunitario, no somos islas ni paracaidistas o francotiradores solitarios, trabajamos en una pastoral de conjunto, es fácil querer hacerse un Dios a nuestra medida, o un sacerdocio a nuestro gusto. Necesitamos el encuentro con los hermanos para formar la comunidad que tanto nos pide Jesús en su evangelio.
Dice Aparecida respecto a los desafíos vitales y afectivos respecto de los sacerdotes: Para que el ministerio del sacerdote sea coherente y testimonial, este debe amar y realizar su tarea pastoral en comunión con el Obispo y con los demás presbíteros. AP.Nº195 El ministerio sacerdotal que brota del Orden sagrado tiene radical forma comunitaria. Se nutre de la experiencia personal con Dios y en la comunión con los hermanos.
El Papa nos recuerda en la EG nos dice el Obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia siguiendo el ejemplo de las primeras comunidades cristinas con un solo corazón y una sola alma. Nº31 Lo intentamos pero hace falta que todos nos esforcemos en consolidarlo. Que este día sea propicio para todos comprometernos a construir la Iglesia que Cristo nos enseñó. Iglesia pueblo de Dios, sacramento de salvación donde todos estamos llamados a valorar lo que Dios nos da y hacer crecer los dones del Espíritu al servicio de su Iglesia. Que la Virgen María madre de los sacerdotes nos acompañe, como maestra nos enseñe y nos proteja en el peligro.
Hermanos sacerdotes. Felicidades por vuestro sacerdocio. Cuidadlo. Querido pueblo no se olviden también de cuidar y orar por sus sacerdotes y por mí su Obispo, lo necesitamos y mucho.