El amor no pasa nunca. Dios es amor, Él está a nuestro lado y nos dice, soy yo, no teman.

Una vez me preguntaron ¿que cambia cuando a un misionero le hacen obispo? Y decía que lo que cambia para mí, no es mi vocación ni mi identidad misionera, no me cambió el espíritu misionero, al contrario he tratado de vivirlo cada día con más intensidad, por la responsabilidad que le toca como cabeza y comunicarlo para que otros también lo sean, pero cambia el peso que uno lleva con el cargo que le confían, y todas las responsabilidades que antes uno no tenía.

El 6 de enero, fiesta de la Epifanía o de los santos Reyes, si ya desde niño tenía un significado especial, por los regalos que nos dejaban en nuestros limpios zapatos, y que con ilusión poníamos en la noche del día 5 víspera de los reyes magos.

El 6 de enero de 1999 marcó con sello imborrable mi vida, cuando el Santo S. Juan Pablo II ponía sus manos en mi cabeza en la Basílica de S. Pedro en Roma, consagrándome como 4º Obispo de Puyo para esta Iglesia Misionera de la Amazonia ecuatoriana. Algo que ni quise ni busqué y que por obediencia acepté.

Han pasado ya 17 años que hemos ido desgranando día a día en la entrega generosa y misionera lo que como pastor exige, el cuidado del rebaño con amor, como poníamos nuestro lema episcopal en aquel día especial “haced todo con amor” ”Dios es amor y él está a nuestro lado y nos dice soy yo, no teman” y lo hemos podido experimentar en este tiempo.

Han pasado muchos días de sol y de lluvia, días grises y tristes, días luminosos y alegres.

No podemos decir que se han pasado rápido o lento cuando miramos el horizonte, ha habido días y años que se nos han hecho largos y que hubiéramos querido que amaneciera rápido el día siguiente. Mirando el camino hacia atrás, hemos tenido la impresión que se han pasado más rápido y que fueron floreciendo las semillas que con esperanza plantamos en el camino. Un mosaico de obras y personas que se han mezclado para formar una ofrenda de amor

Celebrar 17 años de episcopado no son lo mismo que cumplir 17 aniversarios de nacimiento, si bien es el tiempo el que nosotros contamos, la realidad de la vida humana es diferente en sus distintos momentos del camino. También en la noche de la vida, la estrella de la Epifanía se ocultó a nuestros ojos, pidiendo la luz a Dios para reemprender el camino, El hizo de nuevo brillar la estrella con su providencia, y seguimos construyendo su Reino.

El pueblo va en busca de Dios, también en la noche buscando tus sendas e iluminados por la fe del corazón. Pero necesita de guías que marquen el sendero, de los pastores que alimenten y defiendan su vida de tantos peligros que acechan al rebaño.

Hoy quiero pronunciar de nuevo las palabras de esta navidad “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” y decirle a Dios, Gracias por tanto amor para con nuestro mundo y para conmigo” por tu infinita misericordia, nunca mejor el marco que en este año jubilar de la misericordia que el Papa Francisco nos ha regalado para regalar misericordia.

Gracias por todos esos misioneros y misioneras generosos y valientes que he podido conocer y compartir juntos y unidos el camino recorrido.

Algunos gran ejemplo edificante con sus vidas, todos con esa entrega y comunión fraterna, que hicieron de nuestra Iglesia misionera, una familia, donde todos nos sentimos apoyados, escuchados y tenidos en cuenta. Gracias al presbiterio de mis hermanos sacerdotes, por los que Dios me dio la gracia de consagrar con el ministerio del orden sacerdotal, por los seminaristas que pasaron por nuestras manos.

En el año de la vida consagrada que dentro de pocas semanas estaremos clausurando muchas gracias, queremos agradecer a todas las congregaciones que enviaron a esta Iglesia a sus hermanos y hermanas como obreros en la abundante mies, a quienes también hemos acompañado y apoyado en su camino misionero.

A todos los agentes de pastoral laicos que van tomando conciencia de su protagonismo en la Iglesia a través de nuestro proyecto pastoral de las Santas Misiones Populares.

Por todo el bien que pudimos hacer a través de las obras sociales y de caridad que tiene nuestra Iglesia para servir al pueblo. Y que seguiremos haciendo como signo profético en medio de la indiferencia y el egoísmo de un mundo que se vacía de Dios y se llena de cosas. Dios nos dé la gracia de ser fieles a la llamada que Él nos hizo un día y que todos los días tratamos de responder con la gracia de Dios.

Que sigamos sembrando esperanza y caridad, en la oportunidad que nos da cada día el Señor. Sea el Obispo de todos, especialmente de los más pobres y necesitados como Jesús nos enseñó.

Que la Virgen misericordiosa, nos siga acompañando como madre y como modelo de fidelidad a la misión nos enseñe en el camino

XVII ANIVERSARIO EPISCOPAL